06 noviembre 2011

Pensares



Hace dos años me pidieron en la facultad que hiciera un ensayo sobre “prácticas artísticas”. Desde el inicio, la conjunción de esas voces hizo ruido en mí que siempre palpité, presentí al arte como una manifestación, o mejor, la capacidad de plasmar una idea, un sentir, la emoción… o un puñado de todo; y que ese acto genere una transferencia entre dos o más seres atravesados por la  sensibilidad. Una suerte de revelación compartida desde lo inmaterial, lo incorpóreo, aquello que no se puede explicar del todo porque no es exacto, no es divisible, no es solo razón, cálculo, técnica…
Pero tenía ante mí a las pácticas: Realización de una actividad de una forma continuada y conforme a sus reglas. Y al arte: Obra o actividad con la que el ser humano muestra simbólicamente un aspecto de la realidad o un sentimiento valiéndose de la materia, la imagen y el sonido.
Desde mi conjunto de impresiones empecé un recorrido de reflexión y análisis que, después de varios intentos, pude expresar en una idea diría casi personal acerca de las prácticas artísticas; llegué a un esbozo de  teoría que encontró su punta de ovillo en el pensamiento mismo, y en el lenguaje, como formuladores culturales.
Cecilia Fernández Lisso






No hay comentarios: