15 noviembre 2008

CINE DE ACA

La semana pasada fui a una jornada de la UNLP en la que dio una charla Lucrecia Martel, y descubri la calidad de su reflexión, el profundo proceso de su pensamiento, y el abismo que separan sus canales sensoriales de la mirada académidca.
Por fortuna, Lucrecia Martel logra trascender con su sensitividad las luces y ruidos del show y abrir poros, al menos los mios.

Dejo aqui alguito de sus reflexiones



"Para mí una película es un organismo que está construido con muchos dispositivos, una cosa sumamente compleja. Una especie de monstruo multifacético que en su accionar tiene consecuencias insospechadas. Yo siempre espero que en el intercambio con el espectador se produzca algún tipo de “develamiento”. El cine pretende eso. La poesía pretende eso. Todos cuando expresamos algo esperamos, aunque sea por un segundo, una revelación sobre la existencia. Un fragmento de divinidad, si es que queda. Y eso no me parece una ambición desmedida, no me parece pretensioso.
¿Este “develamiento” es un proceso consciente?
Si uno hace algo es porque está deseando que eso ocurra. En el cine industrial es diferente: sería un milagro que esos productos develen alguna cosa. Se trata de un dispositivo ideal para generar emociones superficiales.
El cine comercial necesita que el espectador siempre esté en un terreno conocido, que el espectador siempre sepa para dónde se va, porque esa es la base del mercado, una falsa noción del saber. Y es eso lo que al espectador del cine “comercial” le molesta de “La niña santa”: el final impredecible. A mí me sorprende. Cuando me dijeron “la película no tiene final” (me lo dijo, incluso, mi distribuidor) yo no podía entender. Lo que pasa es que esa percepción está muy ligada a nuestra formación religiosa. Encontrar el sentido del final se transforma en la única posibilidad de comprender el mundo. Esta teleología es sumamente católica, un pensamiento fuertemente cristiano. Todo lo que venga del siglo I para adelante es por lo menos cristiano, por más que sea protestante. También es muy aristotélico: es la semilla que ya posee el germen de la planta adulta. En el “Tratado del alma” todo está impregnado de su fin, y yo creo que el mundo no es así, en eso estoy más con Spinoza: creo que es justamente lo contrario. Pero nuestra civilización está fuertemente apoyada en esa idea de que al final se produce el sentido, de que todo está postergado para el final. Pero si vos erradicas esa concepción todos los momentos del relato cinematográfico son altamente valiosos, y no una preparación para otra cosa. Cuando escribo pretendo que en cada escena haya una emoción que valga por sí misma y no que se valorice con la que sigue. En mi voluntad de construcción está eso: que cada segundo tenga un valor propio, más allá del final. También creo que al violar la estructura de percepción del espectador lo obligás a irse de la sala reviviendo todos los momentos de la película. Me interesa que mis películas no se vayan tan rápido de la cabeza como las del cine comercial, aunque las odies. Quiero lo opuesto a la comida chatarra, donde tenés que masticarla rápido porque si apelás a la lentitud te das cuenta de que es una mierda."
"La niña santa" es como una especie de cuento dentro del universo narrativo de "La ciénaga" Pero me entretiene pensar que ese universo que he construido es algo muy cercano a la propuesta de Horacio Quiroga, donde las "cosas reales" se mezclan con la morbosidad de los niños. Es como si fuese la percepción de alguien con fiebre, la percepción desconsolada de alguien enfermo."
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