
A punto de entrar se advirtió cubriendo su cara.
Fue entonces que empezó a despedirse.
Y digo empezó porque desencadenó el duelo lógico de los seres sensibles, porosos, permeables a los gestos, quizá no tanto a las palabras desperdiciadas en erupciones espontáneas.
Duelo es revelación, pensó.
y ahí, sin reversa, con el tiempo y el espacio actuando como constantes hacia lo incierto, se proyectó en una reflexión recurrente.
Y se reconoció ampliado.
Dibujó un nuevo horizonte y resignificó todo suceso.
Un zoom lo alejó del calor, del sentir primitivo;
dejó en blanco y negro su secuencia.
Se vio enmarañado, apretado el pecho contra cada costilla, en una contractura asfixiante.
Y varios gritos, o quizá esa pesada lágrima, podían descomprimir semejante aturdimiento.
Desde la distancia, casi sin ser protagonista de la incomodidad, se liberó de todo lo que hostilmente empujaba su carne y su conciencia a retrotraer los sentidos.
Dejó la careta en el perchero, se puso la campera y cerró la puerta sin hacer ruido.
y ahí, sin reversa, con el tiempo y el espacio actuando como constantes hacia lo incierto, se proyectó en una reflexión recurrente.
Y se reconoció ampliado.
Dibujó un nuevo horizonte y resignificó todo suceso.
Un zoom lo alejó del calor, del sentir primitivo;
dejó en blanco y negro su secuencia.
Se vio enmarañado, apretado el pecho contra cada costilla, en una contractura asfixiante.
Y varios gritos, o quizá esa pesada lágrima, podían descomprimir semejante aturdimiento.
Desde la distancia, casi sin ser protagonista de la incomodidad, se liberó de todo lo que hostilmente empujaba su carne y su conciencia a retrotraer los sentidos.
Dejó la careta en el perchero, se puso la campera y cerró la puerta sin hacer ruido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario